Entrevista a Begoña Ibarrola

El próximo 3 de septiembre tendremos a Begoña Ibarrola en Vitoria-Gasteiz para hablarnos sobre “Educar niños y niñas felices”. Os presentamos a continuación esta entrevista con ella como prólogo al evento que hemos organizado.

      • ¿Qué te llevó a especializarte en el trabajo con los más pequeños? Attachment-2(1)
        Estuve trabajando muchos años con niños y niñas de 0 a 6 años en centros de la Comunidad de Madrid, que estaban acogidos en residencias porque sus padres no les podían atender o porque habían sido abandonados. Participé en la transformación de los antiguos centros para ofrecer a los niños entornos diferentes, mucho más familiares, que les ayudaran en su desarrollo integral, y durante esos años pude aprender mucho sobre el desarrollo emocional infantil, sus necesidades emocionales y sus problemas. En realidad, aprender a cubrir las necesidades emocionales de los niños pequeños, garantiza, en cierta medida, que su desarrollo sea equilibrado y que su personalidad se construya con buenos “ladrillos”. Al trabajar con niños en situaciones desfavorables pude comprobar cómo la intervención desde el ámbito emocional debe ir acompañando otro tipo de intervenciones más externas, factores que deben estar en equilibrio e ir de la mano cuando se trata de potenciar un sano desarrollo y mejorar su nivel de bienestar integral.
      • ¿Qué es para ti un niño feliz?
        Antes de contestar quiero aclarar que para mí la felicidad no es algo externo, algo que se pueda regalar a los hijos, sino que los adultos podemos y debemos enseñarles a los niños a ser felices. Pero si tengo que concretar algunos rasgos de los niños felices, podemos decir que muestran su bienestar, tanto físico como emocional, jugando, sonriendo, sintiendo curiosidad por su entorno; no necesitan continuamente que se les estimule sino que ellos dirigen su atención a los estímulos externos y establecen relaciones espontáneas con los demás. Se muestran autónomos y dispuestos a explorar, se sienten seguros y confían en los adultos que les rodean, a la vez que van aprendiendo a quererse y a confiar en sí mismos.
        Quiero puntualizar que un niño feliz siente todo tipo de emociones, no confundamos la felicidad con la alegría.
      • ¿Cómo consideras que la familia y la sociedad en general trata el tema de las emociones?
        Sabemos que durante mucho tiempo la dimensión cognitiva ha sido la reina, pero desde hace unos años y afortunadamente, se ha demostrado la importancia de las emociones en diferentes ámbitos de la vida, cómo afectan por ejemplo a la salud, al bienestar integral, en nuestras relaciones interpersonales, en el rendimiento laboral, en el aprendizaje, etc. Ante esas evidencias la sociedad va aceptando cada vez más que es necesario educar las emociones de los niños y potenciar su bienestar emocional igual que se les debe proporcionar alimentos adecuados.
        La familia es la primera escuela de educación emocional y todas las familias lo saben, lo que pasa es que muchos padres y madres no tienen la formación suficiente como para acompañar el desarrollo emocional de sus hijo aunque cada vez son más los que buscan esa formación, se asesoran, acuden a conferencias, leen libros sobre esta temática, etc…
        Hay diferentes estilos de familias, desde las que reprimen la expresión emocional hasta las que consienten cualquier tipo de expresión emocional, las que acompañan las emociones de sus hijos y les ayudan a regularlas hasta las que niegan su importancia y no prestan atención a esta dimensión. Y con la sociedad pasa los mismo, pues está formada por personas. La clave está en la educación emocional de las personas, sean madres, padres, empresarios, políticos o ejerzan cualquier rol.
      • Da la sensación de que socialmente está bien aceptado mostrar algunas emociones digamos “positivas” (alegría, sorpresa, etc…) pero hay otras que no es políticamente correcto mostrar, sobre todo en el caso de los niños y niñas. Por ejemplo, la rabia, tristeza, decepción y otras, consideradas como “negativas”, ¿qué opinas de este tema? ¿Cómo influye en los niños el tabú social que existe a la hora de exteriorizar ciertas emociones?
        Los seres humanos somos en primer lugar seres que sentimos, ya en el útero materno, y después somos seres que pensamos, por lo tanto es importante que los adultos sepan respetar el mundo emocional, de niños y niñas, legitimar cualquier tipo de emoción, aunque aparentemente sea “negativa” y que les enseñen a expresarlas de forma adecuada. Todas las emociones básicas que traemos en el código genético son necesarias y tienen funciones específicas, necesarias para la supervivencia y la adaptación a diferentes situaciones. Por fortuna cada vez más personas son capaces de valorar la tristeza, la rabia, el miedo como elementos fundamentales en la vida, y ven los aspectos positivos de cada una pero deberían desaparecer algunos tabúes que todavía siguen haciendo daño. Todo pasa por una buena educación emocional.
      • ¿Hay que tolerar la frustración?                                                                      Este es un concepto bastante mal comprendido por eso voy a dar mi visión. Podemos definir la frustración como un sentimiento que aparece cuando no se alcanza un objetivo propuesto. Este sentimiento puede generar ansiedad, rabia, angustia, ira e incluso depresión. Ante este cuadro de sensaciones, el niño debe saber reaccionar de la forma más sana para que afecte lo menos posible a su equilibrio emocional. Sin embargo los niños pequeños cuando ven que sus deseos no son satisfechos a menudo responder con una rabieta o incluso con violencia. Decirles que “no” cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones, son cuotas de frustración que les permitirán aprender a tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.

Durante la niñez, se presentan muchas situaciones de frustración, pero son los padres y madres los encargados de ayudar a comprender y aceptar los límites, por eso existe la posibilidad de entrenar a los niños para mejorar esta capacidad.
Así como existen niños y niñas más activos, algunos más cautelosos y otros más temerarios, hay quienes son capaces de tolerar mejor la frustración que otros, y en ello intervienen factores biológicos, de la personalidad, del entorno familiar y del estilo educativo de los padres.
Sin embargo debemos tener cuidado en no provocar continuamente frustración ni justificar el no dar la atención que un niño necesita, con el fin de que sepa esperar. Hay opiniones diferentes en este sentido que conviene examinar con cautela. Tan poco educativo es darle al niño todo lo que pida y en el momento que lo pida, como negarle todos sus caprichos argumentando que así se forja su carácter. Negar sistemáticamente a un niño la atención y los cuidados que demanda con el fin de aumentar su tolerancia a la frustración, es del todo incorrecto y puede conducir a un bloqueo emocional importante.
En la educación de un niño no se pueden evadir las normas ni los límites. Él aprende que cuando un educador, sea el maestro o el padre, dice no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido.
Pero los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore, pues así legitimamos sus sentimientos pero no su conducta.

      • Es positivo mostrar ante los más pequeños nuestras emociones, cuando por ejemplo sentimos tristeza, enfado, rabia…? ¿Cómo defines esas emociones, son negativas?
        Por supuesto, pero de forma adecuada, por ejemplo, si el adulto ha recibido una noticia que le provoca tristeza, puede llorar y explicar, a un nivel que entienda su hijo, el motivo de su tristeza. De esta forma le estamos dando varias lecciones importantes al hijo: es legítimo y natural sentir esta emoción, se puede compartir con los demás y de esta forma se puede regular mejor, los demás te pueden consolar cuando compartes tu tristeza, pero además el hijo se da cuenta de que detrás de una emoción, hay un motivo, un detonante, que es bueno descubrir.
        Para lograr un buen desarrollo emocional de los niños y las niñas es fundamental que desde los primeros años aprendan a conectar, identificar y exteriorizar sus emociones, considerándolas a todas como importantes, no como negativas, aunque unas nos ayudan a sentirnos bien y otras a sentirnos mal. Pero todas son importantes, como ya he dicho antes, por eso las emociones básicas tienen funciones específicas y las traemos en el ADN.
        La tristeza es una emoción que surge ante una pérdida irrevocable de algo que se valora como importante, ante la pérdida de expectativas, ante una desgracia o una contrariedad. Suele ir acompañda de un deseo de alejamiento, aislamiento y pasividad, y a menudo se expresa en forma de llanto.
        El miedo es una emoción desagradable que se produce cuando percibimos un peligro o un daño -físico o psicológico-, que representa una amenaza para nuestro bienestar. Podemos sentir miedo también ante la anticipación de un mal posible. El miedo es la emoción más difusa pero es a la vez la más intensa y rápida, de la cual depende nuestra supervivencia.
        El enfado es una emoción que se produce ante una frustración o un impedimento para hacer lo que uno quiere o se propone. Es una reacción de irritación desencadenada por la indignación de sentir vulnerados nuestros derechos, o por sentirnos engañados, heridos, manipulados, etc.
      • Hay actitudes o frases hechas que nos vienen dadas de nuestros padres (tanto en casa como en los coles), ¿cómo se podrían cambiar? Por ejemplo, cuando hacen algo mal o queremos que hagan algo bien, del tipo “así se portan los niños pequeños”, “¡te has hecho daño!, te lo había avisado”…
        El único medio para modificar actitudes, creencias, reacciones o hábitos negativos, es tomar conciencia de que necesitamos cambiar y después, saber cómo podemos hacerlo. Con voluntad y conocimientos adecuados, podemos hacer cualquier cambio en nuestras vidas. No todo lo que aprendemos de pequeños luego nos sirve por eso los padres deben cuidar su lenguaje, los mensajes que transmiten a sus hijos y modificar aquello que no les ayuda a crecer felices. Tomar conciencia es el primer paso, después modificar conscientemente nuestros mensajes, actitudes y creencias.
        Hoy la neurociencia nos dice que es posible “recablear” nuestro cerebro y numerosas evidencias científicas así lo demuestran, por eso ya nadie se puede escudar en las famosas frases “es que soy así” o “es que así me enseñaron mis padres”.
      • ¿Qué es para ti la educación emocional?
        La definición de Rafael Bisquerra, gran amigo, la define como un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social.
      • ¿Cómo afectan las emociones al ámbito físico de nuestro cuerpo?
        Las emociones son fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro elementos: cognitivo (cómo se llama y que significa lo que siento), fisiológico (qué cambios biológicos experimento), conductual (hacia dónde dirige cada emoción mi conducta) y expresivo (a través de qué señales corporales se expresa).
        Independientemente de cuál sea su origen o causa, todas las emociones se producen en el cuerpo, en él se manifiestan, a través de él pueden expresarse o quedarse a un nivel fuera de la consciencia y aún así, dejar su impronta.
        Toda vivencia emocional contiene de manera intrínseca una relación somática por ello la somatización de las emociones puede alcanzar una gama extensa de manifestaciones. Cuando las emociones se reprimen el cuerpo se rebela contra sí mismo y se activan señales de alarma para llamar la atención e intentar liberarse de los obstáculos internos que desequilibran su bienestar. Si no atendemos esas señales nos arriesgamos a perder la salud y el equilibrio.

En estas últimas décadas se han realizado numerosas investigaciones sobre la relación entre los procesos emocionales y la pérdida o recuperación de la salud. Gracias a ellas se han descubierto las conexiones anatómicas y fisiológicas que vinculan al sistema neuroendocrino con el sistema inmunitario, responsable de la resistencia a múltiples enfermedades. Asimismo se ha demostrado que determinadas emociones y actitudes positivas despiertan procesos de autocuración en el organismo.

Mantener pues una buena salud emocional es responsabilidad de cada uno de nosotros pero esto requiere atención, voluntad y participación consciente, para descubrir y conocer bien los recursos internos de que disponemos para experimentar una vida emocionalmente sana. Por lo tanto podemos afirmar que las emociones son la llave de la salud.
Daniel Goleman afirma: “Nuestras emociones pueden afectar en gran manera a nuestra salud. El peso de los datos científicos demuestra que el vínculo entre las emociones y la salud es especialmente fuerte en el caso de los sentimientos negativos: ira, ansiedad, depresión. Estos, si son intensos y prolongados, pueden aumentar la vulnerabilidad a la enfermedad, empeorar los síntomas o dificultar una recuperación. Estados más positivos, como la ecuanimidad y el optimismo, parecen tener efectos saludables sobre la salud “.

      • ¿Cómo podemos trabajar la educación emocional desde casa en la vida diaria?
        Ya lo he comentado antes: los seres humanos somos en primer lugar seres que sentimos, ya en el útero materno, y después somos seres que pensamos, por lo tanto lo primero es legitimar cualquier tipo de emoción de los hijos aunque aparentemente sea “negativa” y respetar su mundo emocional,
        Pueden comenzar por enseñarles a conocer sus emociones desde que son bien pequeños, a poner nombre, a saber su causa. Una vez que saben poner nombre, ya pueden aprender a expresarlas de forma adecuada, sin hacer daño a los demás pero sin reprimirlas, lo cual sería un daño para ellos. Los padres pueden enseñar a sus hijos qué pueden hacer ante una emoción desbordada, cómo evitar que una emoción suba de intensidad hasta provocar una explosión, que casi siempre tienen consecuencias negativas. Pero también es importante enseñarles a valorar todas, sin catalogar como negativas, por ejemplo, el enfado o la tristeza. Todas las emociones nos aportan algo importante, de modo que están ahí para realizar diferentes funciones. Acompañar su tristeza y enseñarles a salir de ella, protegerles cuando tienen miedo y ayudarles a enfrentarse a él, contener su rabia, compartir su alegría, en definitiva, aprender juntos a valorar la dimensión emocional del ser humano como una dimensión más de la personalidad, que nos aporta color y sabor a la vida.
        Un aspecto muy importante también en la educación emocional es el desarrollo de la autoestima, de la confianza en ellos mismos para que se sientan competentes y capaces de crecer y aprender.
        Enseñarles a entrar en calma, a salir de una rabieta, a tolerar la frustración, a ser asertivos y expresar sus ideas y sentimientos con naturalidad, a comprender a los demás, valorando su mundo emocional, a solucionar conflictos, etc… Todos estos aprendizajes se pueden realizar en el hogar desde los dos, tres años lo que pasa es que muchos adultos no han recibido formación y a veces se encuentran perdidos. En realidad educar es un arte, y mucho más educar las emociones, y requiere una cierta comprensión de los fenómenos emocionales y estar dispuestos a construir puentes de corazón a corazón entre ellos y sus hijos.
      • A futuro, ¿qué beneficios va a aportar a nuestros hijos una buena educación emocional?
        Se ha demostrado científicamente que la educación de las emociones tiene consecuencias muy positivas para los niños. En primer lugar, muchos problemas de conducta y bajo rendimiento académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en la falta de capacidad cognitiva de los alumnos. Cuando la neurociencia ya demuestra como las emociones afectan al aprendizaje y que hay emociones que dificultan el aprendizaje y otra ayudan a formarse a los niños, nos damos cuenta de que muchos niños se pueden bloquear ante la ansiedad o los nervios ante un examen y no pueden demostrar lo que saben; otros tienen miedo a una asignatura y se enfrentan a su aprendizaje con miedo, con mucha tensión e incluso preparando su mente para no entender para que rechace esos contenidos por estar convencido de su gran dificultad o imposibilidad para aprender.
        Es decir, hay mucha interferencia de las emociones en la conducta y en el aprendizaje.
        Pero lo más importante es que, al conocer su mundo emocional y aprender a regularlo, y al conocer también las emociones de los demás, (empatía), se sienten más preparados para enfrentarse a los retos que la vida les depare, se sienten más capaces de resolver problemas y de establecer relaciones satisfactorias con los demás y todo ello potencia su bienestar y su felicidad.
      • ¿Qué dirías a un/a padre/madre que te piden recomendaciones de cuentos para trabajar la educación emocional como si fuera el único modo de trabajarlas? ¿No es acaso más importante el trabajo trasversal en la vida diaria?                                                                                                                      La imaginación es una herramienta pedagógica de primer orden. Mientras leen o escuchan un cuento, los niños se funden con el personaje y tienen sus mismas vivencias, por lo tanto el cuento se convierte en un elemento que les entrena en el “sentir” además de ampliarles su mundo de experiencias. Luego observan y comprenden cómo algunos comportamientos de los protagonistas son adecuados y otros no, en función de las consecuencias, y por eso los cuentos dan lecciones, orientan y ayudan a la construcción de la personalidad del niño. En realidad hay toda una serie de situaciones dentro de los cuentos que favorecen una buena educación emocional y se pueden trabajar cada una de las competencias de la inteligencia emocional mediante los cuentos. Es una de las mejores herramientas pedagógicas para nuestros hijos pero no es la única, por supuesto.

La familia emocionalmente sana, lleva la educación emocional a cualquier situación de la vida diaria, pero los cuentos tienen un papel polivalente en la etapa de educación infantil por lo tanto se convierte en un recurso muy valioso que nunca puede desplazar a otros elementos presentes en un hogar que potencia el bienestar emocional de todos sus miembros.

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